30.7.12


Un intercambio de besos cortos, primero, seguidos de golpes de boca, mezcla de rabia y pasión, de roces intensos, de juegos largos, de contacto constante, solo de nuestras bocas..
Esas bocas que tan bien saben acoplarse y decirse sin palabras. De sentirse, de transmitir todo, desde lo más ínfimo, hasta lo más sublime.
Y tras ello, sin soltarnos, nos habíamos puesto en pie. Tus brazos rodearon mi cuerpo, nos habíamos fundido en uno de aquellos abrazos que cortan la respiración, que atenazan, que oprimen, pero que dejan salir toda la presión contenida durante las últimas horas, y que ahora, se deslizaba fuera de nos.
Así, libres de esa angustia, nuestras células empezaban a volver a sentir ese deseo, ese amor intenso, esas ganas mutuas de compartir.
Y por eso me lo pediste . Porque en mis ojos leías el mismo deseo.
Porque no fuiste tú quien me desabrochó la ropa. Lo hice yo misma, mientras tú hacías lo propio con la tuya.
Y poco a poco, tan solo con el silencio roto por el roce de nuestras miradas sobre aquellas partes de nuestra piel que iban apareciendo a la vista, fuimos sintiendo crecer el deseo.



*Betzabé*